terça-feira, outubro 26, 2010

Rimbaud, 'c'est moi'?

Rimbaud, el segundo por la derecha, en Adén, a los 26 años.
AFP

Burdo bigotito de estibador portuario, párpados a media asta de borrachín de pueblo, mirada bobina, pelo corto y revuelto toscamente trasquilado y una expresión de cansancio embrutecido que no dice nada, pero quizá, por eso, lo dice todo.

Así se veía Arthur Rimbaud a los 26 años, como un hombre completamente vulgar. La fotografía, publicada el pasado abril en la 'Revieu de Deux Mondes', tras meses de debate y el concurso de decenas de investigadores, finalmente ha sido dada por buena. Es el autor del 'Le bateau ivre', aunque cueste reconocerlo. Se lo ve sentado en la terraza del Hôtel de l'Univers en Adén (actual Yemen) junto siete personas, entre ellas el famoso explorador Henri Loucereau, que moriría poco después de esa instantánea tomada en otoño de 1880 –se creía hasta ahora que Rimbaud y Loucereau jamás se habían cruzado en el Cuerno de África–.

Se trata de la novena fotografía del poeta, pero la primera que muestra con claridad las facciones adultas de Rimbaud y una de las pocas que revela la suerte del más terrible 'enfant terrible' en su misteriosa segunda vida. Aquella que comenzó a los 19 años, cuando el jovencito que había hecho saltar por los aires a la poesía francesa dándole vida al verso libre 15 años antes de que tuviera curso legal, que había compuesto un sinestésico soneto titulado 'Voyalles' –que se convertiría, junto con las Correspondances de Baudelaire, en el manifiesto del simbolismo– y que se proponía "alcanzar lo desconocido por medio del desarreglo razonado de todos los sentidos", decidió llevar a la práctica el 'adieu' a la poesía con el que cerraba su insuperable 'Una temporada en el infierno'. Lo dejó todo. Abandonó los versos y la vida bohemia, dejó a su tormentoso amante Paul Verlaine, se despidió de Europa y se alistó como soldado colonial rumbo a Abisinia, donde acabaría de traficante de armas y seguramente, aunque no ha podido ser comprobado, también de esclavos.

Ahora la fotografía de Adén trastoca la escasa iconografía del poeta, porque en ese vulgar traficante de armas no queda ni rastro de aquel infernal genio adolescente de ovalado rostro angelical y ojos inescrutables de la famosa fotografía de Carjat o del muchacho de melena romántica y mirada soñadora que medita junto a Verlaine en la tela de Fatin-Latour 'Coin de table'. Y puede que la imagen también haga mella en uno de los misterios más grandes de la historia de la literatura: el de su silencio definitivo. Incluso quizá erosione el mito del aventurero que prefirió escribir la poesía con su propio cuerpo y a cielo abierto.

Sin embargo, al Premio Nacional de Poesía Joan Margarit, ese desconocido rostro de Rimbaud adulto no le provoca desasosiego alguno. "Desde que Hanna Arendt nos descubrió que el mal tiene una cara vulgar, qué otra cara puede tener un poeta", fustiga con malicia. Lo cierto es que el precoz poeta que proclamaba que "Je est un autre" lo comprobó por sí mismo casi una década después. Porque sin duda el de la fotografía es otro Rimbaud, otra persona que al poeta catalán no le interesa en absoluto. "Sus 'Cartas de Abisinia' me aburrieron mortalmente, lo único que hace es pedir destornilladores". Margarit entiende la leyenda de su segunda vida como un "gran malentendido". "Pasa lo mismo que con los niños prodigio del piano o el ajedrez que luego tienen una vida desgraciada. Si algo se le puede pedir a la fortuna es que te acompañe hasta los 60, no que pase fugaz a los 15", resume.

Quien no lo tiene tan claro es su colega valenciano Carlos Marzal, que frente a la disyuntiva de elegir entre el poeta y el mito opta... por ambos. "Hay que ser mitómano hasta cierto punto", dice. Y Marzal confiesa que lo es, "pero no me dejo engatusar del todo porque ese tipo de relatos pertenecen a la ficción literaria". Marzal reconoce que "la biografía de los autores no tiene porqué engrandecer ni empequeñecer la obra", pero en el caso de Rimbaud le resulta difícil separar tajantemente una y otra.

En todo caso, esta otra cara del poeta, a Marzal no le sorprende; incluso se diría que lo tranquiliza. "Añade una faceta lógica, la del envejecimiento y decadencia de todo ser humano", dice, porque entre los excesos de la bohemia adolescente y los años extremos a orillas del Mar Rojo, la edad vital de Rimbaud sobrepasa y en mucho a la cronológica. "Además, pensar que el genio es imbatible y sin interrupción, como decía el propósito baudeleriano, es absurdo", añade.

Tampoco sorprende a Luis Antonio de Villena la fotografía de este traficante de armas. "El segundo Rimbaud sin duda era otro, tuvo que envejecer por fuerza haciendo sus trapicheos en una zona cuya geografía hoy en día es durísima, pero en 1880 era extrema". Sus 'Cartas de Abisinia' "no son en ningún caso literatura", reconoce, "y, en definitiva, su vida en sí carece de interés". Pero "funciona como telón de fondo que certifica la verdad de su gesto y el mito no se rompe; al contrario, se hace veraz", dice el autor de 'La prosa del mundo'.

Pese a lo decepcionante que pueda resultar la imagen que echa por tierra la mítica del aventurero, De Villena la valora como una prueba irrefutable "de que su ruptura con la poesía y con Occidente fue completa".

Y lo que sí tiene mucho interés es justamente lo que la fotografía no muestra: qué pasaba por la cabeza de ese hombre vulgar. De Villena resume el misterio en tres preguntas: "El porqué de su silencio definitivo, qué pesaría de su etapa de poeta y del interés que ya estaba despertando su obra, porque alguno ecos le debieron de llegar". Las respuestas se las llevó a la tumba una década después de la fotografía de Adén, cuando el eterno adolescente que había dejado la poesía por un viaje sin retorno al corazón de las tinieblas murió a consecuencia de una gangrena. Tenía 37 años.

FONTE: elmundo.es

http://www.elmundo.es/

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