quarta-feira, outubro 20, 2010

‘Soneto final’, de Mariano Brull (1891-1956)

01 Octubre 2010

Quise encarnar mi ansia en una sola rosa;
En una forma altiva florecer en belleza;
Que tuviera un anhelo sutil de mariposa,
Y que fuera la gracia blasón de su nobleza.

Pero en mi vida nada se acerca ya a la rosa:
Ni un tono ni un matiz, ¡oh, la, otoñal tristeza
Que idealizó el ambiente, y ha puesto en cada cosa
El alma pensativa que dentro de mi reza!

Se acerca del rosal la nueva florescencia;
Pronto la primavera ha de verter su esencia
Mostrándose fecunda la savia del retoño.

Mientras llega, da al viento su exquisita elegancia
La rosa pensativa de mística fragancia
Que perfumó escondida mi vieja alma de otoño.

La veta consular, de nuevo. La poesía latinoamericana sería completamente otra sin ese puñado de distraídos viajeros con valija diplomática. Mariano Brull fue un poeta cubano que vivió con un pie en Madrid y otro en París, asimilando el cóctel de ismos -primero el simbolismo, luego el modernismo y finalmente todos los demás- para acabar escribiendo una poesía pura, recogida y desolada, de influencias prerrafaelitas y resonancias religiosas.

Brull era admirado por compañeros de pluma como Gastón Baquero, que ya tuvo su huequecito aquí, o el mismísimo JRJ, que no dejaba de admirar cómo el cubano trataba a su querida rosa (“Rompo una rosa y no te encuentro”). Mecenas de la pintura de vanguardia, trasladó muchos de los sentimientos que le provocaban los cuadros de Picasso o De Chirico a versos, para mi gusto, excesivamente recargados.

Este Soneto final, que tiene poco que ver con aquel otro de Miguel Hernández, contiene muchas de las claves de su poesía, como el simbolismo y la mística del estado de naturaleza o los tópicos sobre el alma más al uso en su época.

IMAGEN: www.cubaliteraria.cu

FONTE: 20 minutos

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