INVITACIÓN PARA EL SEDERA
los más amigos y a los menos,
Aunque falte aún unos días para la llegada de nuestra Pascua, les cuento que ya estoy preparándome para conmemorar esa fecha que nos dice tanto.
Haré lo mismo que hago desde que vivo tan lejos de mis afectos: cenaré acompañado de un montón de sillas vacías, aunque este año haré de cuenta que mi padre — a pesar de estar ausente para siempre según el reglamento de la vida y de la muerte — dirige los “trabajos” del Seder, y mi madre, que también se fue, se dedique de cuerpo y alma a la tarea de verificar y certificar que en la casa no quedó ni siquiera una muestra gratis de “jamétz” que pueda empañar la tradición milenaria, y que todos mis hermanos también estén — como cuando niños — preparados para la tarea “sagrada” de esperar nerviosamente el momento de buscar, encontrar y robar el afikoman para negociar a posteriori un rescate satisfactorio.
Sí, aunque no se trate de nada más y nada menos que de un simple ejercicio de imaginación, yo también tendré mi Seder de Pésaj “kasher lemehadrin” (respetando todas las reglas). Un verdadero Seder virtual.
Dejaré tres sillas preparadas por las dudas que la Paz y el Sentido Común y la Concordia acepten la invitación y se sienten nuevamente junto a la mesa donde vive y alimenta el cuerpo y el espíritu el pueblo de Israel.
Ya mandé invitaciones irrechazables a mis recuerdos más sentidos, para que mis abuelos paternos y maternos puedan tener tiempo de preparar el viaje desde el nunca más y se junten a nosotros, y, como no podría ser de otra manera, dejaré también una silla preparada para el niño que fui y que desde un rinconcito secreto de mi vida aún insiste en querer decir lo que piensa, porque quiero que él aprenda de memoria esta metáfora tan importante de la epopeya de nuestro pueblo.
Invitaré a mi computadora a compartir la noche con nosotros, porque así podrá transmitir para aquellos que no puedan venir, el itinerario del viaje que haremos por todas las estaciones gastronómicas e históricas de esta noche tan especial.
A los queridos amigos, a los honorables adversarios — virtuales o reales — que conozco o desconozco, que me conocen o no, les digo que desde ya se consideren invitados a sentarse en mi propia silla, porque en esa noche seremos — todos — una sola entidad, heredera universal de milenios de Fe, de siglos de solidaridad y de esperanza, que pueden ser resumidos en las pocas palabras que nos condujeron a través de la diáspora con su Inquisición y sus pogromos y su Genocidio, hasta el presente: Shaná habaá birushaláim (el año que viene en Jerusalén).
Deseo sinceramente que no ocurra lo mismo del año pasado, cuando escondí tan bien escondido el afikoman, que hasta el día de la fecha nadie lo encontró, y por eso nos quedamos todos — yo y mis recuerdos, yo y mis muertos queridos — sin poder beber la tercera copa para agradecer la cena. Debe ser por ese motivo que cuando abrí la puerta, ni sombra de Elías.
Ojala que en este año el gusto amargo del “jaróset” (hierbas), sea el prólogo de la miel definitiva y el epílogo de todos los males, para nosotros en particular, y para todo el pueblo de Israel. Amén.
Haré lo mismo que hago desde que vivo tan lejos de mis afectos: cenaré acompañado de un montón de sillas vacías, aunque este año haré de cuenta que mi padre — a pesar de estar ausente para siempre según el reglamento de la vida y de la muerte — dirige los “trabajos” del Seder, y mi madre, que también se fue, se dedique de cuerpo y alma a la tarea de verificar y certificar que en la casa no quedó ni siquiera una muestra gratis de “jamétz” que pueda empañar la tradición milenaria, y que todos mis hermanos también estén — como cuando niños — preparados para la tarea “sagrada” de esperar nerviosamente el momento de buscar, encontrar y robar el afikoman para negociar a posteriori un rescate satisfactorio.
Sí, aunque no se trate de nada más y nada menos que de un simple ejercicio de imaginación, yo también tendré mi Seder de Pésaj “kasher lemehadrin” (respetando todas las reglas). Un verdadero Seder virtual.
Dejaré tres sillas preparadas por las dudas que la Paz y el Sentido Común y la Concordia acepten la invitación y se sienten nuevamente junto a la mesa donde vive y alimenta el cuerpo y el espíritu el pueblo de Israel.
Ya mandé invitaciones irrechazables a mis recuerdos más sentidos, para que mis abuelos paternos y maternos puedan tener tiempo de preparar el viaje desde el nunca más y se junten a nosotros, y, como no podría ser de otra manera, dejaré también una silla preparada para el niño que fui y que desde un rinconcito secreto de mi vida aún insiste en querer decir lo que piensa, porque quiero que él aprenda de memoria esta metáfora tan importante de la epopeya de nuestro pueblo.
Invitaré a mi computadora a compartir la noche con nosotros, porque así podrá transmitir para aquellos que no puedan venir, el itinerario del viaje que haremos por todas las estaciones gastronómicas e históricas de esta noche tan especial.
A los queridos amigos, a los honorables adversarios — virtuales o reales — que conozco o desconozco, que me conocen o no, les digo que desde ya se consideren invitados a sentarse en mi propia silla, porque en esa noche seremos — todos — una sola entidad, heredera universal de milenios de Fe, de siglos de solidaridad y de esperanza, que pueden ser resumidos en las pocas palabras que nos condujeron a través de la diáspora con su Inquisición y sus pogromos y su Genocidio, hasta el presente: Shaná habaá birushaláim (el año que viene en Jerusalén).
Deseo sinceramente que no ocurra lo mismo del año pasado, cuando escondí tan bien escondido el afikoman, que hasta el día de la fecha nadie lo encontró, y por eso nos quedamos todos — yo y mis recuerdos, yo y mis muertos queridos — sin poder beber la tercera copa para agradecer la cena. Debe ser por ese motivo que cuando abrí la puerta, ni sombra de Elías.
Ojala que en este año el gusto amargo del “jaróset” (hierbas), sea el prólogo de la miel definitiva y el epílogo de todos los males, para nosotros en particular, y para todo el pueblo de Israel. Amén.
Bruno Kampel.
Judío sionista y agnóstico.
Gracias a Dios.
Gracias a Dios.
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