sexta-feira, maio 02, 2008

Entre la esperanza y la resignación

Publicado: Hoy 09:41 en Camino a Pekín
Humilde, locuaz, desfachatado. Cualquiera de estos adjetivos serviría para describir a Miguel Albarracín, judoca, de 26 años, que en los Juegos Olímpicos de Pekín representará a la Argentina en la categoría 60 kilos. Medalla de oro en los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro, este estudiante de tercer año de la carrera de fisioterapia y kinesiología se siente con mucha confianza para obtener buenos resultados en China, a pesar de los contratiempos con los que debe lidiar por competir en un deporte al que, según él reconoce, le falta apoyo.
Para Albarracín, no será su primer juego olímpico, ya que estuvo en Atenas 2004. Sin embargo, esta vez, percibe que viajará con chances de llegar lejos en una disciplina, que cuenta con combates de eliminación directa y son seis las peleas que debe ganar un judoca para alcanzar el oro. "Tengo muchas expectativas, aunque prefiero no decir mi objetivo. Me siento muy bien para estar entre los mejores del mundo", dice este hombre nacido en Santiago del Estero, pero que vivió la mayoría de sus días en Rosario. Luego, critica: "Sería bueno sólo dedicarse a competir. Si bien me siento apoyado, con la buena voluntad no alcanza. En el judo argentino, falta eficacia".
Albarracín se entrena en Rosario, aunque, en una de sus escapadas a Buenos Aires, visitó la redacción de LA NACION. Miguel empezó a practicar judo, a los 6 años, en el club Náutico Sportivo Avellaneda, donde conoció a su entrenador de siempre, Gastón García, olímpico en cuatro oportunidades. Fue amor a primera vista, porque con este deporte él tuvo un magnetismo casi instantáneo, algo que no le sucedió con el fútbol, la natación, o el remo, al punto que en la escuela primaria simulaba una especie de ring con los bancos para combatir con sus compañeros.
El flash se activa y Miguel empieza a jugar durante la producción fotográfica. Le cuesta soltarse al principio, aunque, de a poco, lo va logrando. Después, sin el kimono, se relaja y habla de lo que se viene.
- ¿Qué simboliza para vos estar otra vez en la máxima cita del deporte?- Lo más importante no es ir a un juego olímpico, si no lograr algo que voy a ir a buscar. En el pensamiento de un chico, cuando empieza un deporte, la ilusión es competir en los Juegos Olímpicos y pelear por una medalla.
- ¿A qué edad empezaste a pensar en un juego olímpico?-
A los 11 años, cuando fue Barcelona 1992, ahí imaginaba todo lo significaba un evento así. Ya en Atlanta 1996, seguía todo y no me perdía nada.
- En Pekín, ¿cuál es el objetivo?-
No te lo voy a contar ahora. Cuando vuelva, te digo si lo cumplí, o no.
- Pero, ¿cuáles son las expectativas, después de ser 9° en Atenas?-
Estoy seguro del trabajo que hice. Las expectativas son muy buenas para lograr mi objetivo. En los Panamericanos de Santo Domingo 2003 dije que estaba para una medalla de oro y no se dio. Entonces, ahora, soy más cauto. Con respecto a Atenas, la situación es distinta. Hace cuatro años, no tuve los cuatro circuitos europeos de ese ciclo. Esta vez, sí. Luché contra todos los que van a estar en estos Juegos y les gané, aunque perdí con algunos. Me siento muy bien para estar entre los mejores. Si miro mis resultados y los de mis rivales, la chance está.
- ¿Qué esperás de todo lo que rodea a los Juegos?-
Quiero vivir la inauguración, cuando sale la bandera argentina a pista. Ahí, no podés no llorar. Ese momento lo imagino muy seguido.
- Antes de Atenas, el equipo de judo tuvo problemas de organización en una gira por Europa,
- ¿cómo está la situación en la previa a Pekín?-
En mi caso, en este ciclo, me siento más apoyado. La Confederación me organiza los campos de entrenamiento, la inscripción de torneos en Europa o en Panamericanos. La buena voluntad está, pero nosotros necesitamos más organización y eficacia.
- ¿Tuviste contratiempos en este ciclo olímpico?-
En 2006, me quedé afuera de un torneo en República Checa, porque no me habían inscripto. Este año, en Francia, llegué, me presenté en el hotel y no sabían que yo iba. Me consiguieron otro, pero a 15 minutos del lugar oficial. No hacen todo mal, pero son deslices no menores. Nosotros no sólo nos ocupamos de competir. Hay que preocuparse de que salga el vuelo, de que alguien me busque en el aeropuerto, de que esté inscripto, de que ojalá tenga hotel.
- ¿Con mayor eficacia, los resultados serían mejores?-
Sí, los judocas consiguen diplomas olímpicos, porque en los Juegos no tenemos los mismos contratiempos que en un circuito europeo y podemos focalizarnos más en competir. Llegamos todos en las mismas condiciones.
- Entonces. ¿qué le falta al judo argentino?-
Necesita el apoyo de una empresa que se haga cargo de las personas más destacadas. Los resultados están. No sé por qué nadie se mete. Quizás el judo es poco atractivo para los anunciantes o nadie sabe atraer a alguien que se interese.

Apuntes
Con calle propia. Miguel Albarracín ya sabe que quedará en la memoria para siempre. Es que, en Pinto, Santiago del Estero, donde nació, el año último, decidieron bautizar una calle con su nombre, después de que lograra la medalla de oro en los Juegos Panamericanos. "Me lo dijo el intendente, la tarde previa a ganar el premio Olimpia. Cuando me enteré, me quedé pálido. Todavía tengo que ir a conocer mi calle. Si ganó algo en Pekín, que pongan una placa en el Obelisco", dice Albarracín.
La agenda de Miguel. Del 7 al 10 del mes próximo, Miguel Albarracín estará en el torneo Panamericano de Miami, en los Estados Unidos. Entre junio y julio, se preparará en Italia, España y Bielorrusia. Luego, regresará a la Argentina, con la intención de viajar 15 días antes del comienzo de los Juegos, que será el 8 de agosto.
Un día de entrenamiento. Miguel Albarracín se entrena todos los días seis horas, salvo el sábado, que es el único día que no practica judo. "A las 7 de la mañana, hago trabajo aeróbico, porque controlo mucho el peso. Después, a las 10.30, voy al gimnasio para los trabajos de fuerza. A la noche, es cuando combato", señala Miguel.
La odisea de la balanza. El peso normal de Miguel Albarracín es 65 kilos. Por eso, para pelear en la categoría 60 kilos, debe esforzarse. "Antes de competir, el nutricionista me hace bajar dos kilos y después me deshidrató tres kilos para llegar. No es fácil, porque hay que tomar poca agua. Igual, a las 7 de la mañana, doy el peso y, a las 11, me rehidrato y compito que unos kilos más", explica Miguel.
Amor por la Argentina. Miguel Albarracín recibió propuestas para representar a Brasil, España y Alemania. Sin embargo, siempre las rechazó, a pesar de que le convenían económicamente. "Dije que no, porque la primera condición que te imponen es que compitas para ellos en los Juegos Olímpicos. A mí, la bandera argentina me significa mucho. Si voy a luchar, lo hago por mi país", dice.
La intimidad. Miguel Albarracín vive en Rosario con sus padres Miguel Angel y Liliana y está de novio con Ivana. Es hijo único y se considera un chico bien de su casa, que se desvive por las milanesas a la napolitana con papas con mayonesa que le prepara su mamá. Se entrena cerca de su hogar y va a todos lados en su auto. "Cuando lucho, me gusta estar solo y prefiero no recibir llamados. Cuando quiero, me comunico. Mejor así para no presionarme", reconoce Miguel.
FONTE: Lanacion.com (Argentina) - Argentina
http://www.lanacion.com.ar/

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